ANOCHE MI MUJER SALIÓ A CENAR CON UNA AMIGA

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Me dejó solo con las tres niñas.

Que se tomen la cena, la leche, lavarse los dientes, pasear cogiéndome de los tobillos pasillo arriba, pasillo abajo, hacer un pis, a la cama, un cuento y doce besos es el ritual tipo para que no me llamen más de tres veces cuando me siento a cenar.

Para no invocar al Kraken.

Hace tiempo que aprendí que repetirme es lo peor que puedo hacer.  

Si me empiezo a repetir pierdo autoridad.

Pasan de mí.

Se esconden por la casa.

Empiezan a acordarse de todo lo que pueden hacer en lugar de meterse en el sobre. 

Me agotan.

Y el pacienciometro marca que hay que repostar.

Que el chillido está cerca.

Y yo estoy ahí para educar. 

Para que no consientan que les chillen.

Ni su padre.

Para que se respeten y respeten a los demás.

Y para que duerman las horas que hagan falta y que al día siguiente no sean zombis con ganas de morder a cualquiera.

Tocaba aplicar persuasión.

Se me ocurrió jugar a detectives de unicornios. 

Un unicornio había perdido su cuerno. ¿Dónde podía estar?

La mayor me dijo que en el país de los sueños.

¿Y cómo se llega allí?

La mediana me dijo que había que poner la cabeza en la almohada y quedarse muy calladita para llegar.

No hizo falta nada más. Se fueron cada una a su cama. Se llevaron su beso y pude cenar en paz.

Al día siguiente cada una me contó cómo era el unicornio que vieron en sus sueños.

Esta es lección básica sobre persuasión de padre nivel 3. 

Lecciones de persuasión para adultos aquí.

PD: No salen unicornios.

PPD: Salvo que a tu cliente le molen.

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* He leído esa información tan interesante sobre qué vas a proteger mis datos con tu vida y la sangre de un unicornio y estoy lo bastante de acuerdo como para dejarte mi email. También tengo claro que si me aburres o me tocas las narices me doy de baja y no me darás la turra nunca más.