Lección de una madre nazi para dirigir equipos

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Ocurrió en un hotel de Andorra.

Habíamos bajado a desayunar.

Era uno de esos bufés donde repites tres veces de todo y acabas sin que te quepa un palillo en la boca hasta la noche.

En aquella época había que aprovechar porque ya estaba todo pagado. 

Nunca he sido de contar calorías pero entonces me pasaba cualquier amago de contención por el forro del sostén.  Zumo, yogur, té con leche, plátano, albaricoque, uvas, tostadas con mermelada, cruasán, ensaimada y, ya puestos, vamos a probar también lo de los huevos revueltos con salchichas. Y le añado tabasco, por las risas.

Ana estaba embarazada por primera vez y vivíamos la experiencia como cualquier buena pareja de pardillos. Toda la ilusión del mundo y todo el acojone correspondiente con la responsabilidad de traer más gente al mundo.

Esa mañana tuve una revelación de las de Pablo camino de Damasco cuando el sol le ciega y se cae del caballo.

Comparto.

Mientras yo montaba un tetris con los alimentos, los vasos y los platos, bajó a la sala una madre con dos niños.

La madre iba cargando con una bandeja y la iba llenando con la comida para toda su tropa. 

Mientras tanto sus hijos se liaban a correr entre las mesas, tirarse pedazos de cruasán, chillar, agarrarse de los pelos, pasar por debajo de las sillas,…. Liarla, vamos.

Ana y yo nos miramos. Como nos salga así Spiderman Lloret vamos listos. (Hasta que Ana no decidía el nombre de las niñas todas han tenido nombre de superhéroe).

Dos mesas más allá de la madre superada por la vida, otra madre estaba con tres hijos. 

Cada uno llevaba su bandeja, se ponía lo que consideraba, iba tranquilamente a su sitio y desayunaban como una asquerosa familia de anuncio de cereales.

Un click en mi cabeza:

La madre que lo intentaba hacer todo por sus hijos no les hacía ningún favor y se estaba amargando la vida. 

Se agotaba, sus hijos se comportaban fatal, aumentaba su estrés. 

Para cuando lograba que los niños estuviesen sentados en la mesa para comer, además del desayuno había bronca. Nada de pensar en planes para hacer a lo largo del día. Nada de risas. Sólo sentirse mal. Y alimentarse.

Comprenderás que los hijos quisiesen estar en esa mesa el menor tiempo posible.

Sin embargo, la madre que daba a cada uno de sus hijos la responsabilidad que podía alcanzar, conservaba energías para lo que le espera el resto del día y tenía un desayuno tranquilo.

Yo no sé cuantas veces hemos sacado el tema del bufé de Andorra Ana y yo. En estos últimos 10 años no exagero si te digo más de cien. 

Y aquí está reflejado uno de los grandes problemas del empresario. Se ha comprometido a hacer algo y quiere que se haga bien.

Nadie es mejor que él haciendo eso que tiene que cumplir.

Por eso, aún teniendo equipo, acaba pringando y haciendo el trabajo que deberían hacer aquellos a los que está pagando el sueldo.

Luego se queja de que le falta tiempo, de que no hay empleados buenos, de que la empresa le ha robado la energía, que ya no tiene ilusión.

Delegar no es algo sencillo.

De hecho es una de las cosas que más cuesta hacer bien.

Pero sin delegar no puedes crecer porque tu tiempo y tus capacidades son limitadas.

Delegar es el premio por ser un buen empresario. Te da libertad, te da tiempo y te permite centrarte en mejores proyectos.

Si después de muchos años con la empresa no acabas de estar a gusto con los resultados que obtienes a la hora de delegar puede ser interesante tener una charla con nosotros.

Algunas tareas parecen un mundo pero cuando se van haciendo bien acompañado y con apoyo descubres una nueva manera de llevar la empresa. 

Un mundo nuevo.

PROGRAMA DE DESARROLLO EMPRESARIAL

PD: A mi me educaron para ser feliz, libre e independiente. Yo educo a mis hijas con los mismos valores en mente.

PPD: Eso solo se consigue poniendo en el corto plazo las piedras para llegar al largo plazo. 

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