Lo que te voy a contar hoy tiene mucha miga.
Si tienes cabeza para aplicarlo bien, claro.
Como lo repliques literal igual acabas entre rejas.
Esta mañana he estado desayunando con Raúl.
Es un chaval joven. Tiene un taller de chapa y pintura en Alicante.
Cliente de la asesoría hará un año y medio.
Trabaja de cojones. He estado varias veces en su local y se nota cuando alguien hace bien las cosas.
Todo recogido. Todo limpio.
Los acabados para comer sopas si eres del tipo que le gusta comer sopas en el capó de un coche.
Que de todo hay.
Bastante tengo con mis gustos para opinar de los demás.
El caso es que más ganas no le puede poner.
Más profesional y más cumplidor en plazos no puede ser.
Pero le cuesta que le entre trabajo.
Sus cuentas las tiene claras. Lo que no veía, al entrar en la asesoría, ya se lo hemos explicado.
Y su problema también lo tiene claro: Tiene que salir a vender.
Por muy limpio, por muy ordenado, por muy puntual, puntilloso y psicópata de la perfección que seas como no entren clientes vas a comerte los mocos. Mocos limpios, eso sí. Pero mocos.
Le he preguntado por quien eran sus mejores clientes.
Los concesionarios.
Vale.
¿Y qué pasa?
Que para entrar hace falta padrino.
Que hay mucha competencia picando a la puerta.
Que otros talleres sobornan al encargado.
Que no se vender.
Vale.
Para eso tengo un programa, pero este chaval no necesita nuestro programa. Le falta algo de tamaño a su empresa para aprovecharlo bien.
Le falta ser memorable.
Buenos hay muchos.
Memorables menos.
Le he dado un consejo que igual no compartes.
Ojo, no le he dicho que lo siga.
He dicho que lo piense.
–Concierta cita con el responsable de externalizar el servicio de chapa y pintura del concesionario.
-Llévate una puerta de coche.
-Llévate un martillo gordo a la cita.
-Cuando entres pídele al tío que golpee la puerta con el mazo.
-Si no quiere, insiste.
-Si sigue sin querer, golpea tú.
-Invita a que él le golpee. Que se acuerde de algún rencor. Que le sirva de desfogue.
-Si no quiere ni por esas, deja la puerta hecha un cristo.
-Dile que la semana que viene te vuelves a reunir con él.
-Esta vez sin mazo.
Va a salir por la puerta el loco del mazo.
Con los golpes se va a enterar todo el concesionario.
El loco del mazo.
El responsable llegará a su casa y le contará a su pareja lo del loco del mazo.
En el bar del almuerzo vas a triunfar.
Te vas a hacer una leyenda.
SI el tío no ha llamado a la policía te habrá dado cita para la semana que viene.
Te estará esperando todo el concesionario.
No sé si la policía también.
Por si acaso, deja el mazo en el taller.
En la siguiente cita le enseñas la puerta como tú sabes dejarla.
Para comer sopas.
Quizá te contrate.
Quizá no.
Lo que es seguro es que habrás captado su atención.
Por mucha competencia que pase por ese concesionario la leyenda será recordada años.
Y si el que trabaja ahora la chapa falla se van a acordar de ti.
Y si se acuerdan de ti, igual te llaman.
Si dejas un catálogo seguramente acabe en la papelera.
Si dejas una imagen clara de lo que puede conseguir tu cliente en su cabeza quizá consigas un cliente más. Otra fuente de ingresos.
Para comprar puertas.
Para comprar mazos.
Para que el negocio crezca.
Ojo, no he dicho que siga mi consejo.
Creo que no está tan loco.
Pero si se ha ido con la idea clara de que tiene que llamar la atención del cliente.
¿Cómo?
Pues los clientes del programa lo tienen claro:
Llama la atención de tu cliente sin que te detenga la policía con un mazo.
PD: Hoy no te olvidas del loco del mazo.
PPD: Si necesitas un chapista cojonudo te lo presento cuando quieras.