Cada uno tiene un pasado.
Yo tengo un ridiculum vitae en la adolescencia que es para análisis.
Pelo largo.
Más largo.
Hasta la mitad de la espalda.
Botas de cowboy hasta en verano.
Vaqueros permanentes.
Chupa de cuero.
Afición a Loquillo, a Serrat y la Polla Record.
Un show.
El caso es que tenía una habilidad impresionante para zambullirme en la friend zone, despeñarme por el pagafantismo y, gracias a mi único oído sano, ser el pañuelo de lágrimas para prácticamente cualquier chica que me pudiese interesar.
En ese momento no tenía ni puñetera idea de vender.
Lo que se me daba muy bien era la atención al cliente.
Demasiado bien.
Ahí estaba cómodo.
A dos velas.
Pero cómodo.
Y esto lo veo en las empresas a diario.
Se cruza una línea, no se da el paso cuando toca, no haces la propuesta adecuada y te quedas viendo el palomo.
El cliente al que tanto tienes que dar se va con otro que le va a hacer sufrir.
Con lo feliz que le harías tú.
Pero su sucio dinero se lo da a otro.
Algo tendrá.
Que no ve en ti.
Si estás harto de quedarte a dos velas, toca analizar qué está pasando.
Si la estrategia de siempre no da el resultado que quieres quizá sea hora de probar algo distinto. De aprender a atraer a ese buen cliente que se va con otro.
Cuando entiendes esto empiezan a salir muchas cosas buenas.
Muchas.
Si lo tienes claro, enhorabuena.
Si quieres llevarte el gato al agua es aquí.
PD: Sin hacer sufrir a nadie y, menos que a nadie, a ti.