Este cliente en cuestión lleva unos 20 trabajadores.
Hizo el programa de desarrollo empresarial hará casi tres años y por un tema de salud no lo pudo completar. Pero pudimos acompañarle con Equipo y Ventas.
Le llamé para hablar de un tema de su empresa.
Cosa de un minuto.
Y cuando estamos acabando me suelta:
– Me siento culpable.
– ¿Por qué?
– Acabo de hablar con un electricista para encargarle un trabajo. Ha aceptado. Y estoy convencido que lo hará en breve. Pero me ha dicho que llevaba varias semanas trabajando 13 horas al día.
Que no veía a su familia. Que se duchaba de refilón y caía en la cama muerto al volver a casa. Y se levantaba y se iba antes de ver a sus hijos.
Y me siento culpable.
Son las 5 de la tarde. Estoy dirigiendo la empresa desde el porche de mi casa y, con tu llamada, ya he acabado la jornada de hoy.
Y ahora me voy a jugar con mi hijo.
Uno cuelga de una llamada así hinchado como un pavo.
Recuerdo perfectamente como entró en el despacho.
Vino precisamente porque Hacienda le estaba reclamando cosas que ni entendía. La contabilidad estaba hecha unos zorros pero como la dejaba en manos del asesor y normalmente no le salía mucho a pagar pensaba que todo estaba bien.
Vivía sin tiempo para nada, con unas jornadas maratonianas y serios apuros para acabar el mes.
Su vida ya no tiene nada que ver. Y ha sido por su esfuerzo. Y una decisión que tomó: No seguir viviendo así.
PD: En el enlace de arriba no limpiamos conciencias.
PPD: Lo que hacemos muy bien es ayudarte a que aproveches tu tiempo en esta tierra. Si quieres, claro.
